“La educación es un proceso de formación permanente, personal, cultural y social que se fundamenta en una concepción de la persona humana, de su dignidad, de sus derechos y deberes”[1]
Uno podría decir fácilmente que al leer este principio fundamental de la educación colombiana, bien como un extranjero cualquiera, pensaría que una ley así, se crearía en un país con buena expectativa de vida, en una sociedad abierta gobernada por dirigentes que representan a las mayorías o que si bien si son las mayorías las que dirigen su propio camino.
Pero, lo que no reconoce este extranjero que leyera este pilar educacional, es que en Colombia existen tantas contradicciones de todo tipo como especies de fauna y flora que habita en el territorio colombiano. Empezare con mencionar que, desde 1991 con la creación de la idolatrada constitución del 91, se ha gestado y guiado al país por un camino lleno de ilusiones y utopías, que tan solo han alimentado el hambre ansiosa de todo un pueblo. Igualmente se podría decir que aquella constitución tan diversa y rica como muchos afirman, es tan solo una herramienta de sectores económicos y políticos, para convertir cuando les convenga a la nación entera en un sociedad neoliberal, socialista o dictatorial, tan solo bastaría con mirar el articulo 334 de esa vanagloriada constitución.
Sin embargo no es mi objetivo encaminarme a una critica total de la constitución actual del país, mas bien quiero dejar en claro que dentro de esa abierta constitución y todo el sistema legislativo, existe una pequeña parte referida a la educación, un cumulo educativo endeble que llevara tarde que temprano al colapso educativo al país. Empezando con una constitución, que en su articulo 67, proclama el cumplimiento de principios como el de una educación segura, cultural, gradual, y gratuita y una ley 115 que defiende en su articulo 4 el origen de una educación critica, reflexiva que tenga total cubrimiento en todas las regiones del territorio nacional. La cual por medio del alarde teórico como en la Francia del 1700, le presenta al mundo que si hay buena educación en el país llamado Colombia. Antes de continuar es preciso decir que si bien en estas secciones tanto de la constitución como de la ley 115, se encuentra todos los parámetros mencionados anteriormente, también se encuentra el principio de regular y mantener la calidad de la educación. (El termino que utilizare para referirme a esta obligación estatal a partir de ahora, será el de vigilar, acuñado por Michelle Foucault, en su obra Vigilar y Castigar).
Esta obligación y vigilancia que el estado se autoproclamado, será la herramienta mas utilizada de las formas mas diversas por el estado, “todo en pro de la educación”, por ahora continuare, por decir que mantener a la educación en un país donde el mas del tercio de la población es analfabeta y cuando mas del 60% del territorio nacional no esta totalmente escolarizado, donde no hay nisiquiera una escuela o un docente tanto en el algún lugar del amazonas como en una villa en la guajira, no se puede hablar de educación de alta cobertura y mucho menos de calidad, tal como el gobierno mesiánico de hoy nos dice. De ahí que sea totalmente falso el hecho de que en Colombia la educación sea un derecho de todos y una obligación del estado y la familia a cabalidad cumplida.
Ahora bien, por proceso de causa y efecto, se puede deducir fácilmente, que si en Colombia no hay educación de alta cobertura y calidad, se debe a dos factores, el primero de ellos porque el estado en cada gobierno representado, no ha dispuesto de el interés necesario para consolidar llevar la educación a cada rincón del país, sea esto porque, hay un conflicto armado que no garantiza del todo la seguridad de todo un personal administrativo y docente en cada uno de esos rincones, porque el gobierno esta mas concentrado en combatir problemas de orden económico o militar o porque la corrupción consume todos los recurso que se destinan para ellos, sean estos sindicatos o agentes del gobierno. El segundo de ellos radica en los dirigentes empíricos de la educación, es decir los docentes, pues si bien hay poca cobertura, en este caso solo limitada al centro del país, (y eso que en Colombia el poder no esta centralizado, art. 1 constitución política de Colombia), en ese poco de educación garantizada, no hay calidad, debido a que los docente allí presentes son desactualizados, viven en la era del pizarrón, cuando en cada casa hay un computador manejado por un niño de 5 años mínimo, y aparte de ello, no poseen autonomía y contextualidad para poder educar y potenciar competencias de verdad y no solo transmitir bancariamente información.
En cuanto a este ultimo punto, el de la perdida de la autonomía y contextualidad, es necesario advertir que este es uno de los pilares de los hoy aclamados estándares educativos, que han aparecido de la nada pero igual sirven para todos. Pues si bien los educadores ya antes de la actual generación de docentes, era un generación ingenua, desfragmentada y perezosa, ahora cuando se ha creado un instrumento que le dice al los nuevos maestros que hacer y como hacerlo en todo el país, el interés del educador por promover el acercamiento al conocimiento regional y el fortalecimiento de las estructuras autónomas de cada región sin olvidar la armonía que debe existir en cuanto a las demás regiones, nunca saldrá del fondo de la grafica estadística. Y con ello seguirán dando origen a leyes como la de la promoción automática regidas en el decreto 230 de 2002, que son defendidas bajo argumentos como “la repitencia de un grado no sirve para nada, que repetir agrava los problemas de deserción, o que la repitencia afecta la autoestima de los estudiantes; estos no son mas que pretextos para volver la educación mediocre y de muy bajo nivel”[2].
O planes decenales “populares” que buscan al ver esa desidia e incapacidad de los docentes para replantear la educación de su país, dar una solución rápida, prolongada y determinada económicamente, ideológicamente y políticamente, a estos educadores pasivos y transmisores, que dejar ver como “al cabo de diez años de un la ejecución de un plan decenal en el cual supuestamente la educación era un asunto de todos, termino siendo un asunto solamente de MEN y de unas cuantas organizaciones gubernamentales y fundaciones privadas y de empresarios y del capital financieros que resolvieron, sin mas miramientos, autoproclamarse como voceros de la sociedad civil y tomarse por asalto los diagnostico y decisiones en materia educativa”[3].
Y peor aun la creación de mecanismos como los denominados recortes a las transferencias territoriales, los cuales conllevan a la disminución progresiva de los fondos para la educación, que si bien son insuficientes, con ello se negara la posibilidad de un aumento en la calidad de vida del docente negándoles todo derecho económico que tiene por derecho y asegurándose de que la vida laboral del maestro sea mas preocupante y extenuante. Esto logrado mediante las intervenciones del FMI del BM y del BID, que como jueces universales que vigilan, consideran y toman decisiones a su beneficio arrasando con ellas a todo un país, dejando así la estela de las consecuencias del aplicar las doctrinas o principios de mercado a la educación, que producen “la desestructuración de la educación publica según los parámetros de focalización de la per capitación, el subsidio a la demanda, la autofinanciación y la privatización que se expresa nítidamente en el sistema escolar actual”[4]. Dejando como resultado que el estado le haga el quite al papel que tiene al regular la educación, pasándole esta responsabilidad a los entes territoriales, que agilizan en proceso de privatización sobre esta, todo en pro de desarrollar y mantener las leyes del mercado.
Todo esto al final contribuirá a que los denominados estándares de la educación se fortalecieran en el camino hacia la total desaparición del concepto de enseñanza gratuita, contextual y colectiva, reemplazada por una homogenizada, privatizada e individualista, promulgada por aquellos quienes dicen que la educación es tan importante como para dejársela a los educadores, aquellos que velan por el sostenimiento de modelos globalizantes, modelos que llevan como piedra angular, el síntoma de una competencia salvaje entre cada individuo, síntoma que trae como enfermedad el individualismo y la centralización del poder, convirtiendo a la educación en un simple asunto de banqueros, basados en conceptos como los de eficiencia y competitividad viendo a la educación como “un necesidad de primer orden en el factor de competitividad económica de las naciones a la hora de competir internacionalmente, lo que implica a su ves que la política educativa deba estar inscrita en una estrategia general de estado y no solo de gobierno con el objeto de garantizar que la educación se acople totalmente al proceso de globalización”[5], para sostener el modelo neoliberal de enseñanza, en pro de desaparecer el idealismo y humanismo educativo que hace a la profesión docente y a la educación en general la mas humana de las profesiones, por eso ante este tipo de comentario hay que anteponerse y decir que la educación es demasiado importante para dejársela al mercado.
En la imposición de estos estándares, vienen dentro de ellos, las competencias, termino que hoy por hoy nisiquiera tiene una definición clara, y que lo único que consiguen es el fortalecimiento de visones de mundo de mercado adoptadas por la educación, materializando modelos de trabajo individual y endureciendo la idea de conseguir el éxito o sobresalir pero a costa si se quiere o puede del pisotear al otro. Un ejemplo claro de ello, es que hoy en las instituciones educativas, los estudiantes no importan si son de primero o de universidad, se vanaglorien individualmente del triunfo sobre un compañero cualquiera, o peor aun le instiguen sicológicamente al ver que un compañero no ha podido superar un logro en cualquier área del conocimiento, eso entre muchos otros. Con esto es evidente que la educación plagada de este discurso de competencias que si bien facilita e impulsa la constante actualización y superación del docente, los métodos para hacerlo le han costado a las nuevas generaciones la perdida de valores como la lealtad, la amistad, la justicia, la imparcialidad. Con la desaparición de estos valores se convierte a la escuela en una empresa, un lugar donde la evaluación se convierte en una forma de vigilancia por parte del estado, tal como diría el mismo Foucault “El examen que combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar. Una mirada que establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se los diferencia, se los sanciona y se le humilla.”[6].
Ante esto que en claro que “las competencias constituyen un concepto del discurso de la calidad de la educación superior colombiana que carece en gran medida de reflexión, pedagogía conceptual, epistemológica y filosófica, motivo por el cual este concepto puede acomodarse a diferentes intenciones comunicativas o propósitos gubernamentales”[7].
Ahora bien, además de este lema del estado como las competencias, nos encontramos dentro del mismo, términos como calidad y equidad. Conceptos que usados como traje de arlequín por el estado, disfraza la realidad del país en estadísticas que prometen el mejoramiento de la educación en todo sentido, cuando nos dicen mundialmente que el país ocupa el primer lugar en cuanto al desplazamiento. Sin embargo al gobierno de la revolución educativa no parece esto importarle y ni le importara, pero lo que si es apremiante, es las decisiones de los organismo internacionales cuando afirman que la situación de empobrecimiento de la América Latina, es cuestión de calidad eficacia y productividad en la educación, y aunque esto en gran parte es cierto, lo que el gobierno termina adoptando es una política donde se reducen los conceptos de calidad y productividad al orden economicista, solo basta con mirar la concepción del MEN cuando nos dice “la educación es de calidad cuando todos los niños y jóvenes independientemente de sus condiciones socioeconómicas y culturales, alcanzas los objetivos propuestos por el sistema educativo”[8].
Y como si esto no bastara, se completa el triangulo gubernamental para el mejoramiento de la educación bajo en termino de evaluación, la base del gobierno para determinar su vigilancia y total control sobre toda la educación, sobre sus educadores y directivos docentes. Esta evaluación que fue hecha para clasificar y discriminar, y poner a jugar a todo el sistema educativo bajo las reglas de palacio, ha dispuesto de componentes precisos para su funcionamiento. El primero de ellos, pruebas de estado, como el ICFES, el ECAES y el concurso docente, que durante todo un proceso de selección, homogenización y descontextualización de todas las regiones del país, ha llegado a ser el juez de cada ser que quiera desarrollarse “libremente” en sociedad, a tal punto que estos organismos como pitonisas predicen ilusoriamente si el país esta en camino a la mejora o al retroceso, tomando para ello la decisión por cada uno de nosotros, al momento de elegir nuestra profesión de por vida.
Otra forma como se asegura esta evaluación vigilante, es por medio de la denominada meritocracia, de la denominada rendición de cuentas y como desarrollo profesional, de la cual nos habla Stella Zafra como medidas del modelo neoliberal y como mascaras de este mismo modelo para asemejarse a lo que debería ser el modelo adecuado de evaluación. Continuando, claramente se evidencia la presión que el estado ejerce sobre los docentes de manera exagerada, en un horario extenso, en una constante evaluación semestral, en una carga laboral obligatoria y extenuante, explicita en el Decreto 1278 de la reglamentación docente, arrinconándolos contra la idea de trabajar para mantener mi posición y estilo de vida normal, más que para mejorar día a día la educación que forma con sus estudiantes.
Además de esta tríadica unión del mecanismo estatal para manejar la educación, se haya la compleja construcción que deben hacer los maestros, para formar a sus estudiantes de forma critica y reflexiva, moviéndose en una institución que confunde un currículo (conjunto de ideologías, visiones de mundo, programas académicos, horarios, metodologías pedagógicas, plan de estudios, docentes y directivos docentes de toda la institución educativa) con un plan de estudios común, que tiene por PEI, no aquel “proceso reflexión y enunciación que realiza una comunidad educativa (entiéndase comunidad educativa a la institución educativa, a la comunidad o barrio y todos sus integrantes, agentes de seguridad, salud y comerciales a su alrededor, a padres de familia y todo el conjunto de docentes y directivas docentes) orientado a explicitar la intencionalidad pedagógica, la concepción de la relación entre el individuo y la sociedad, la concepción de educación y el modelo de comunicación en el que se sustenta la misma”[9] que tenga como propósito permitirle a sus miembros la apropiación de sus cultura, la reflexión sobre ellos y su transformación, en busca de mayor oportunidades de expresión de cada uno dentro de una sociedad y consecuentemente al mejoramiento de la calidad de vida. Sino un proyecto que al contrario de todo esto, proclama la toma de decisiones centralizadamente, asignándole responsabilidad a cada docente sin intertextualidad alguna, verificando siempre que los objetivos que se cumplan sean los pretendidos por el inspector gubernamental que visita la institución semestralmente.
Por ultimo, hay que decir que todo este complejo sistema gubernamental dispuesto por gobiernos tanto neoliberales como socialistas, al igual que la misma constitución del 91, es usado constantemente para usar la educación como artilugio de defensa y ataque en el desarrollo de ideas de corte privado y sectorial. Igualmente en la educación colombiana los procesos pedagógicos han venido tornándose globalizantes bajo el precepto de una implementación hacia el progreso, pero que lleva debajo de si la prima de una homogenización total del conocimiento, del manejo total de la información, que permita la extinción de la oposición a lo establecido, facilitando el manejo estatal de la población.
También es evidente decir que, si bien en Colombia, tanto docentes como estudiantes han sido victimas de todo un complot constitucional, para disminuir sus fuerzas productivas e intelectuales, es necesario que estos agentes en acuerdo mutuo, desarrollen mas que métodos acordes al estado y sus intereses, una consciencia colectiva, critica y reflexiva, que de un giro tanto educativo como constitucional, al plano de la educación.
Es necesario mencionar que los maestros de la nueva generación no deben olvidar que hay toda una constitución que si bien es abierta y ambigua, los ampara, y que tiene mecanismos para hacer valer sus derechos y especificar sus deberes, al parecer nos hemos centrado tanto en desarrollar modelos pedagógicos excelentes, que busquen el desarrollo de una competencia contextualizada, bajo el concepto de una evaluación que “no solo se centra en recoger información sino que también implica diálogo y auto reflexión”[10], que se ha olvidado que aunque se desarrollen estos modelos, de nada servirán si no hay un contacto o una avanzada en los puestos que legislan el país, lo único que se lograra por este camino individual, será formar a unos pocos en condiciones dignas, bajo criterios reflexivos y totales, cuando de lo que se trata es de formar a toda una nación a todo un país.
Hay que recordar que los docentes deben esforzarse por cumplir ese perfil ejemplar para educar, “el ser una persona equilibrada, de formación integral, justa y racional, que reconozca los cambios biosíquicos en el desarrollo humano y que practique los valores humanos, para comprender, saber enfrentar y orientar, los comportamientos temerarios, inadecuados o inmaduros de los estudiantes”[11], pues como educadores somos servidores públicos y ejemplos de vida ante cada uno de nuestros estudiantes.
También, es apremiante para concluir, decir que por descuido de la anterior generación docente, el gobierno establecido todo un collar de reglas que amarran a los maestros de hoy, sin este reglamento muy posiblemente también en la actualidad esta generación de educadores caerían en el mismo error, “las reglas son buenas porque ajustan, comprometen y facilitan los procesos de actualización y mejoramiento de la educación, pero lo perjudicial es abusar e implementar en ellas intereses de unos cuantos aplicados para todos”.
Todo sea para que al final con este esfuerzo podamos hacer cumplir a cabalidad ese esquivo primer articulo que nos dice “Colombia es un estado social de derecho, organizado en forma de república unitaria, descentralizada, participativa y pluralista, fundada en el respeto a la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran en la prevalencia del interés general” [12]
[1] Art, 1 ley 115 de 1994
[2] Raúl Arroyave ,Revista educación y cultura, junio 2007, Fecode, rechazo nacional a la promoción automática, Pág. 18
[3] Ibídem, marzo 2007, Fecode, el segundo plan decenal, Pág. 33
[4] Ibídem, noviembre 2006, los impactos del recorte a las transferencias, Pág. 26
[5] La educación en América Latina: de políticas expansivas a estrategias competitivas; Alberto Martínez Boom, Pág. 28-29
[6] Foucault, M. (1993), “El examen”, en: Díaz Barriga, A. (Comp.), El examen, textos para su historia y debate, UNAM, México, pp. 62-71.
[7] Revista educación y cultura, Fecode, septiembre 2007, Víctor Manuel Gómez Campo, examen al termino competencias, Pág. 17
[8] Revista colombiana de educación, # 44, junio 2003, Carlos Ernesto Noguera, las políticas para el mejoramiento de la calidad de la educación, Pág. 43
[9] MEN, proyecto educativo, Pág. 1
[10] Foucault, M. (1993), “El examen”, en: Díaz Barriga, A. (Comp.), El examen, textos para su historia y debate, UNAM, México, pp. 62-71.
[11] Tulio Angarita Serrano, fundamentos que orientan el diseño del manual de convivencia escolar y los fines deseados, Pág. 13
[12] ART. 1 de la constitución política de Colombia
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