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martes, 30 de junio de 2009

martes, 23 de junio de 2009

DEVELANDO AL "CONQUISTADOR"


“Cosa de

la vejez es volver la mirada y repasar cuentas, su afán de buscar consuelo en las remembranzas del pasado, en la cultura histórica”

Friederich Nietzsche

Novela histórica e historia dos entes que en la línea gruesa del tiempo han crecido bajo el alimento de la duda que genera los vacios creados en cada época a causa de la guerra y la disputa por el poder entre grandes imperios y pequeños pueblos, entre reyes y campesinos, entre el ocultamiento de la vergüenza generada por actos de venganza y corrupción de los gobiernos y la imagen de perfección que debe hacerse y dejarse como ejemplo para las generaciones futuras.

Estas acciones que como un ciclo interminable estarán con el hombre en su devenir histórico, son abordadas por Federico Andahazi en su obra El Conquistador; una novela que cuenta una visión diferente de cómo pudo ser el curso de la historia de los habitantes de Tenochtitlán desde la perspectiva individual de uno de sus habitantes mas críticos e innovadores. Un habitante que como nos dice los libros de historia, pertenece a una

ciudad flotante en medio de un gran lago, que tras su fundación al término de una extensa migración de Aztlan, el lugar de donde provienen los mexicas y del cual nadie sabe su ubicación, configuro a raíz de su deseo de emanciparse y dejar de ser un pueblo dominado a ser el dominante, una religión basada en dioses asignados para la vida, la muerte, la guerra y los elementos, adorados bajo su lengua náhuatl, una política en pro de ganar batallas y una economía de la cual el pescar, cazar y el recoger siempre las cosechas en el diario trabajar con su braguero, sayas de fibras tejidas y de cuero y sandalias de los mismos materiales, sus orejeras y pintura facial; como adornos, plumajes, insignias, banderas y moños de papel, es la base, para dirigirse luego de ello a sus yopis, atendiendo siempre la ordenanza como calpulli de sus caudillos que a su vez seguían bajo la guía de los sacerdotes y pipiltin y estos a su vez bajo las del emperador. Todo en pro de expandir el imperio y velar por el bienestar de toda la comunidad.

A través de este individuo en esta novela figura la visión aquellos hechos que debieron haber sido, algunos que ya lo fueron y la omisión de otros que igualmente pasaron. En El Conquistador, prevalece a lo largo de toda la historia la verosimilitud como motor que envuelve las acciones del personaje principal, esto debido a que es precisamente aquellos elementos que pertenecen a la historia encontrada en libros lo que se confunde con la narrativa propia de la novela y pasan al plano de lo ficcional o precisamente como ficción se hacen parte de lo real en la medida en que “(…) a diferencia de las historias históricas que son hechos reales , hechos que sucedieron realmente, en vez de hechos imaginarios, hechos inventados por el narrador (…) sucesos que son mas bien un simulacro de la estructura y acontecimientos reales y a medida que esta representación se parezca a los acontecimientos que representa, puede considerarse una narración verdadera”[1], en el caso de la novela el personaje central Quetza, que “por la noche, estando el cielo estrellado, hemos visto caer una lluvia de fuego sobre el mar. Fue algo maravilloso, aunque mis hombres sentían miedo de ser alcanzados por las gotas de fuego (…) de pronto todo ceso, el mar, el cielo y las estrellas, todo fue quietud, maravilloso.”[2] al igual que en la bitácora de Cristóbal Colon, un hecho de gran similitud en tanto de su contemplación y admiración, tanto del navegante Genovés como del Azteca. Estos eventos son lo que configuran y hacen que el lector confunda la realidad descrita por el historiador y la versión del escritor que imprime a través de una narrativa que simula la realidad.

De esta manera, la obra de Andahazi El Conquistador basada en textos de carácter real e histórico, intenta “reconstruir y organizar la realidad a partir de componentes pre textuales (acontecimientos reflejados en documentos y otras fuentes históricas) a través de un discurso dotado de sentido e inteligible”[3] como crónicas, bitácoras, relatos orales y códices florentinos y mexicanos, tejiendo toda una amalgama de hechos reelaborados filtrados como reales a través de la representación narrativa, haciendo incluso que la misma historia dentro de la novela se torne más atractiva y en consecuencia por gusto mas creíble que la historia misma escrita en los libros fechados.

El Conquistador como obra inscrita dentro de la nueva novela histórica, desarrolla su trama desde la visión de un personaje principal, ya que lo que le interesa a la novela es mostrar una crítica social apoyada en los vacios e incertidumbres de la historia misma, todo en tanto que si la historia quiere dar razón de lo que observa, la novela no le interesa explicar lo que describe y dice, sin embargo “por amplias que sus diferencias, literatura e historia coinciden en un punto: ambas son intentos por comprender la condición del hombre, al través de sus posibilidades de vida”[4] que develan las facetas mas intimas del hombre “mi querida Ixaya, es el fin, ya no queda nada (…) mientras estoy echado boca arriba esperando la muerte. Debí permitir que me entregaran en sacrificio”[5] las cuales son la conclusión de una experiencia de vida que le transforma visceralmente y le brinda la posibilidad de morir ante el desafió o seguir con firmeza ya no siendo el mismo de antes después de la superación del obstáculo.

Esta visión personal de la cual se vale la nueva novela histórica, permite que ese hombre el cual es histórico, a través del descubrimiento de su intimidad de se vuelva real y acceda al lector de forma univoca y aunque “la intención del autor de novelas históricas puede ser un tanto introspectiva e intimista como testimonial y realista”[6] es precisamente esa introspección la que hace posible la mezcla amorfa entre historia y ficción;

La afirmación del joven sabio estaba fundamentaba en los libros de historia que leía en Calmenac (…) Hace muchos años cuando los mexicas acompañados de Tenoch fundaron su poblado en aquel islote que parecía inhabitable (…) los mexicas habiendo tomado las enseñanzas evolucionadas de los pueblos de la región, decidieron rebelarse con un gran ejercito contra sus opresores, así se transformaron en los señores del valle. El nombre de quien comando esta hazaña se haría inmortal; Taclaélel, un individuo que designaría luego el orden de las deidades[7]

Mezcla que construye todo un texto único en el cual se funde el texto perteneciente al descrito por el historiador y el reelaborado por el autor de novelas, en donde para este caso se confunde la versión de la historia de la fundación del pueblo mexica con la causa, consecuencia y progreso que hubo tras la fundación de Tenochtitlán relatada por Quetza en El Conquistador. De ahí que basándose en la experiencia significativa de releer la historia de un pueblo por un solo individuo perteneciente a una cultura, en este caso la Azteca, Andahazi proponga una posibilidad de reescribir la historia mexica desde la representación narrativa bajo los elementos de la nueva novela histórica, “el problema no era la insuficiencia de hombres para las ofrendas sino todo lo contrario (…) La próxima guerra no será entre hombres sino entre dioses (…) será preciso dar un paso mas allá del lago y las montañas. El futuro esta al otro lado del mar. Sino emprendemos su conquista el futuro vendrá por nosotros y nos convertirá en pasado”[8]. Esta posibilidad de plantear abiertamente la reelaboración del futuro a través del pasado de forma intimista como lo plantea la obra, hace que en el proceso de formación de la novela adquiera un carácter mexica único, en tanto que a través de la concienciación de una cultura se auto inscribe como otro texto que surge de los proceso culturales de la misma, en este caso la Azteca. Y es precisamente esta simulación en la representación narrativa de la historia lo que hace que el texto parezca un escrito hecho por la cultura mexica, atendiendo siempre a los procesos mismos que posee la cultura como “un mecanismo vivo de expresión de la conciencia colectiva, (…) en donde el pasado genera su futuro que estando viva no pude repetir el pasado sino indefectiblemente producir textos nuevos y nuevas lecturas de los textos del pasado, incluso de aquellos que se creían fijados para siempre” (AINSA. Op. cit., p. 64) en donde el texto se asume en su proceso narrativo como posible versión histórica de aquello que relata continuando el mecanismo evolutivo que los procesos culturales deviene en cada cultura.

Toda la aventura épica que desarrolla el personaje central de EL Conquistador esta atravesada por el ferviente deseo de encontrar el lugar de origen de todo el pueblo mexica, “el pequeño ejercito mexica continuaba su epopeya hacia el levante con la certeza de que el lugar de origen estaba mas próximo (…)”[9] y de la indescifrable sensación que se percibe en él al encontrar este lugar invisible en todos los mapas conocidos, a lo que continua; “el corazón de Quetza latió con una fuerza inusitada cuando, por fin vio las costas de aquellas tierras que muchos creían míticas (…) allí en frente de los ojos mexicas, estaba en lugar del inicio, la tierra de garzas; el punto de donde había partido el sacerdote Tenoch: la fabulosa patria de Aztlan”[10]

Un deseo que impulsado por “la relectura de la historia que responde a la necesidad de recuperar un origen, justificar una identidad, ir a la semilla de la nacionalidad, al nacimiento de la convivencia (…) ya que la intención es explicarse y explicar a su pueblo: conciliarme con los demonios personales y ayudar a erradicar los colectivos”[11] le permite tanto al personaje principal como a la obra en sí completar aquel espacio vacio con el cual cargaron todos los miembros de la cultura Azteca, una especie de catarsis y regocijo, fundamentado en una versión que aunque inscrita en lo ficcional le da una visión anestésica al individuo mexica y una verdad a aquel lector ajeno a la cultura Azteca que también siente un grado de compromiso con este dolor de huérfano de patria al leer y acercarse a la obra.

Otro de los elementos perteneciente a la nueva novela histórica encontrado en la obra El Conquistador del cual el escritor argentino Federico Andahazi se vale es “la doble tarea de descubrir los pocos datos relevantes y convertirlos en hechos históricos y descartar los muchos datos carentes de importancia por ahistóricos”[12]en la medida en que en la nueva novela histórica se centra en el desarrollo de un problema actual para la época en la cual se vaya a iniciar la historia dentro de la novela misma, en El Conquistador hay un gran problema de índole social en donde la exageración de aspectos concernientes a la religión son el motor del problema para los planes develados por Quetza, “ Huitzilopochtli necesitara muchos guerreros vivos antes que muertos, se acercan los días de las grandes batallas. (…) se derramara tanta sangre como a los dioses nunca fue ofrendada antes”[13] en la medida en que para Quetza en la población mexica era innecesario la ejecución consecutiva, imprudente y sin sentido en algunos casos, de sacrificios de guerreros de alta categoría al dios de la guerra, exponiendo la defensa de Tenochtitlán ante un ataque enemigo. Razón que era defendida por mayoría de los sacerdotes quienes honraban la tradición y el culto prominente por Huitzilopochtli. Toda esta lucha vendría a configurar la visión liberal y tradicional que por decirlo así, que ambos bandos tenían en los puestos políticos, religiosos confrontándose continuamente en pro de conseguir los favores del emperador en la Tenochtitlán de la época dorada.

Para finalizar, la obra El Conquistador de Federico Andahazi como nos diría Juan José Saer, es “un simple proyecto, debido a que no se puede reconstruir ningún pasado sino que reconstruye una visión del pasado, centrándose en cierta imagen del pasado que es propia del observador y que no corresponda ningún hecho histórico preciso”[14] que siempre seguirá la variante de un modelo previo de textos que le sustentan como fuente histórica, los cuales son precisamente aquellos que entraran en el proceso de reelaboración por medio del grado de representación que tenga la novela de la realidad, para crear aquella información que a través del tiempo fue omitida o la cual escrita en estos textos para este caso fue reelaborada, a partir de conjeturas, dudas y vacios que por muy validos para el historiador, para el escritor a través del novelar pueden ser cambiados de forma que la obra al estar inscrita en un marco histórico conocido permite en el entendimiento heurístico de la novela, debido a que para el lector que conoce la historia antes de leer la novela será enfrentarse a una versión de lo que ya sabe para confrontar según el grado de representación de la narración imprimir o no la duda o nuevas conclusiones sobre el conocimiento que se posee de esta cultura, mientras que para aquel que no conoce la historia de la cual la novela se basa para ser creada, es una introducción o se proclama así mismo como documento histórico y adquiere legitimidad en tanto que es el primer documento que este lector desconocedor de la versión de los libros de historiadores no posee. Es precisamente estos procesos de desvelamiento y transformación de la historia que se conoce y la que no, la cual permite a escritores de la talla de Federico Andahazi a través de elementos pertenecientes a la nueva novela histórica de Mentón Seymour y Ainsa Fernando entre otros, los cuales permiten que a través de novelas como El Conquistador, se reescriba un punto de la historia de un pueblo, país, región, o grupo étnico determinado, en la cual figure una versión del pasado que aunque no del todo ajena a la historiografía actual en algunos casos, permite crear una visión crítica de la historia que para este trabajo es la del pueblo Azteca en el periodo comprendido pocos años antes del descubrimiento de América. Siendo fiel siempre al principio básico de la nueva novela histórica el cual es “buscar entre las ruinas de una historia desmantelada por la retorica y la mentira al individuo autentico perdido detrás de los acontecimientos, descubrir y ensalzar al ser humano en su dimensión mas vital, aunque parezca inventado, aunque en definitiva lo sea”[15], pues debido al cuestionamiento de aquella fe que se deposito en las fuentes que consideradas como verdaderas cronistas del pasado se ha propuesto toda una revolución que permita reescribir la historia para disipar las dudas e inconformidades y anhelos ante al historia misma. La nueva novela histórica es una portal del tiempo que permite hacer realidad los deseos de un pueblo en un mundo que aunque ficcional pretender al mezclarse con los datos reales hacerse verdadero.



[1] WITHE, Hayden. Narrativa y discurso en la representación histórica. el contenido de la forma. Barcelona: Paidos 1992. pp. 42

[2] ANDAHAZI, Federico. El Conquistador. Bogotá: planeta 2007. pp. 131

[3] AINSA, Fernando. Reescribir el pasado. invención literaria y reconstrucción histórica. merida-venezuela: 2003. pp. 24

[4] VILLORO, Luis. El sentido de la historia, en vv.aa., historia ¿para que?, obra colectiva, mexico, siglo xix editores, 1980, pp. 48

[5] ANDAHAZI. Op. cit., p. 158

[6] AINSA. Op. cit., p. 56

[7] ANDAHAZI. Op. cit., p. 93

[8] ANDAHAZI. Op. cit., p. 93

[9] ANDAHAZI. Op. cit., p. 267

[10] IBID.

[11] AINSA. Op. cit., p. 84

[12] IBID. p. 88

[13] ANDAHAZI. Op. cit., p. 106

[14] AINSA. Op. cit., p. 108

[15] AINSA. Op. cit., p. 111