Y CUANTO QUEDA PARA MORIR?

Un lugar en el cual podamos una ves mas dialogar

viernes, 30 de octubre de 2009

Natura


Deciase que antes que el fuego imprimiera en calor en los cuerpos del hombre durante la noche, esté acudía al abrigo de otro ser para mantener tibio el propio, usaba de escudo el sueño y la caverna para no atender al llamado fulminante de la inmensidad que habitaba allá afuera. Un ser sin forma, era respetado, venerado, temido. Oculto en los tejidos de sus propios secretos, en el rayo, en la negritud de la tierra, en la visión panorámica de sus arboles, los hombres, moscas se alimentaban de ella con serenidad y sabiduría aprendida de la caza.

El temor, mayor insumo del religar, proporcionaba un equilibrio perfecto a estos hombres para con su entorno, las ordenes expeditas de la diosa verde no tenían vacilación. Y aunque los hombres no se sentían mal con este vivir, si deseaban en pocas ocasiones el saber de su condición de subyugo y pleitesía (claro, este pensamiento solo era experimentado por los elegidos de su tribu). Esta duda fue desapareciendo de su diario vivir, (o al menos eso hacían creer) pues fueron muchos los intentos fallidos para tratar de doblegar a la inmensa y todopoderosa verde, (por momentos pareciera que el deseo de Poder en el hombre hubiese sido dado por los dioses o la evolución misma como un mecanismo que haría que el ciclo en el mundo del ser humano culminara algún día) así que mientras uno de ellos, regresaba de cumplir su promesa de traer el arma brillante y ardiente, extraída del imperio del rayo que doblegaría a la dueña de las formas infinitas de la tierra, otro decidió crear una forma de vencer a la diosa. Por lo que pensó, - si en este mundo no podemos ganar entonces habrá de hacerse un universo en el que si.

Entonces comenzó a gestarse otro cosmos, uno el que el hombre reinara y en el que a la vez quedaría registrado en el tiempo eternamente hasta que los mismos hombres desaparecieran. Por lo que a este nuevo espacio se le denomino “cuento” (Computus- recapitular, restablecer, conjeturar)(1) . Un génesis basado en el mundo ya vivido, pero con la diferencia de que aquí, el hombre es el supremo. Esta nueva realidad hizo de la gente la especie única que había podido librarse del manto doblegador de la naturaleza, por lo que no se hizo esperar hacerse envidiar de todas las demás especies silvestres de fauna y flora.

De ahí que al más no poder de la jactación de los mortales por ser libres en su mundo, el Jaguar guardián de la Diosa, decidió dar una lección a este comportamiento. Así que en el sol de media noche descendiendo apoyado en cada estrella tomo de la mano de los hombres el pequeño universo poblado por el lenguaje que transpiraba dominación, poder y orgullo de esta especie (para él diminuta) y comenzó a imprimirle su visión del mundo, por lo que tanto en sus inicio, como en su desarrollo, final, estructura, lenguaje, todos ellos mutaron, a este cambio el jaguar inmenso en su sabiduría lo designo como “Narrar” (refero- retroceder, volver en el tiempo)(2) . Ahora el pequeño mundo sublimado a través de un lenguaje poético, (propio del felino) dotado de reflexión, de síntesis y brevedad, fue devuelto a los dominios del ser humano. De esta forma los hombres no notando el cambio, siguieron alabándose por su elaboración, sin embargo presenciaron como ya no causaban el mayor recelo para con los demás seres vivientes desde la montaña hasta el colibrí, esto, debido a que no alcanzaban a ver detrás de los hechos que surgían en su creación, ( de esta manera, desde la ardilla hasta el bacalao podía visualizar como en todas las historias, la naturaleza imperaba de nuevo al final, oculta en el lenguaje y las estructuras y formas en como estaba escrito cada “cuento”). Los seres humanos habían perdido su particularidad, probando una vez que la Diosa no podría ser vencida incluso por fuera de sus dominios.

Viendo todo esto, y no contento, el Perro, mediador entre el hombre y la natura, observador y apreciador de las capacidades humanas, pareciéndole injusto a su juicio este cambio, determino dotar a uno de ellos la capacidad de poder ver a través del tejido confeccionado por el Jaguar en ese mundo. De esa forma el elegido, un ser de nombre Horacio Quiroga, otro como mas avasallado por la natura, tomo la decisión de configurar de nuevo este cosmos, (y aunque la tarea no seria sencilla debido a que como es natural, cuando un genio ve lo que todos no ven se le tilda de loco y se discrimina, amenaza o asesina) procedió a hacerlo apuntando al principio básico del “cuento” (debía destruir ese universo manipulado y hacerse con otro) por lo que ubico a la noche como su aliado para este propósito.

Atendiendo a su don, y con gran esfuerzo conformo otro espacio. Este también fue llenado de “brevedad, una obra de arte que por finalidad llena”(3) , una llenura que estaba destinada a repartir el equilibrio de nuevo, una lucha interminable entre el hombre y la naturaleza, ya no mas el hombre la vería desde la alabanza y el miedo, sino ahora de igual a igual se tratarían, cada uno comprendería que el otro posee una fuerza indomable, energía que debía combatirse, y que en el proceso serian develados los secretos de cada uno de ellos, en este nuevo comienzo nombrado “cuento” se desplegaría como un espejo que proporcionara al hombre el don de reconocerse así mismo a su entorno, y a la naturaleza, tal como ella ya lo había realizado.

Así pues, en este espacio poblado de significado, sentido y reflexión, hubo un choque de voluntades, una ruptura de las costumbres y por lo tanto un problema. Y es que debido a demasiada influencia mágica de seres místicos, aquel mundo se volvió uno solo y tornase con vida propia. Ahora autónomo, fuera del alcance de Gaia y del ser humano, formo su propia natura, fundadas en sus respectivas leyes, por lo que la primera de ellas fue que cada vez que decidieran acercarse a el tan solo verían “un espejo que refleja las cicatrices del ser que el sol y el tiempo han ocultado, dando en este brevísimo espacio de reflujo un punto de éxtasis”(4) a la ves que debido a la intervención creadora del humano Quiroga, los hechos fruto y fuente de las pasiones humanas estarán predeterminados a mezclarse con la naturaleza del ser humano y la naturaleza salvaje de Gaia dentro de mi (“cuento”) donde incluso en historias como la del “hombre muerto” relatada cada noche de luna llena en la tribu, seria un espacio en el cual “la selva misma seria un refugio ante los defectos inacabables del ser humano producidos en su infatigable convivencia”(5). Una historia que antes relataba la vida de un ser humano que cultivaba y doblegaba la naturaleza a su antojo para sobrevivir y obtener relevancia en su mundo de cueva y parcela, ahora era una narración que disponía de la facultad de llevar al espacio natural toda un abanico de hechos a veces inesperados a través de las situaciones mas comunes, descritos en las figuras mas realistas y descarnadas de forma delicada y pausada, que llevarían por causal definitiva la muerte como un espacio único en donde el ser humano da cuenta de su existir arrojado al mundo natural y atrapado en las pasiones de su propio espíritu, atiendo siempre al deseo sin limites del humano por entender y dominar las formas que no poseen frontera en su mundo, que han prevalecido allá, ocultas, amorfas, inacabables, indomables, salvajes y sobre todo con mayor fuerza que la obtenida por el hombre en su saber.

Una lucha que solo termina hasta que alguno de los dos caiga, por eso también otra de las leyes que deberán aceptar en mi mundo (habla el “cuento”) será que me otorgare el derecho de ser una memoria infalible de los tiempos, un suceso que les recuerde por siempre a la naturaleza que su tiempo de dominación en el planeta ha terminado y que debe aprender a convivir con los seres humanos y a estos que deben respetar a Gaia pues yo le hare presente saber que temerosos de ser devueltos a su estado de hombres buscan mantener a raya a la natura, debido a que es el contacto con ella la que devela su verdadera esencia salvaje, cruel y superviviente oculta ahora bajo la humanidad y la razón, suceso que acaecerá en tanto los seres humanos sientan a través de la lectura de el “cuento” que la vida no es tan amplia para vencer a una parcela o un campo entero y que si llegase a serlo las acciones mas simples y rutinarias pueden trascender a las mas reflexivas y temerosas, actos que lleven a la muerte y el despojo de todo. Muestra única de que toda una vida de lucha es un respiro (inhalación y exhalación) de un pequeño árbol.

Desde ese entonces, el “cuento” no ascendió al cielo, o se incrustó en las fauces de la tierra, él solo quedo reposando el un contenedor al que los hombres denominaron “Libro” allí, el pequeño universo reposa hasta ahora, esperando a los elegidos por el can mayor de la natura, destinados a poblar, instaurar, a artísticamente construir mas espacios densos de sentido dentro de aquel mundo. Es así como los seres humanos todavía no han vuelto a ser hombres, y la natura debido a su orgullo magullada, todavía vive con el poder reposado en los ojos de la Mirla, suficiente para arrasarlo todo.

1. Lectura de cuentos, charla y ejercicios. Gabriel Arturo Castro.
2. Ibíd.
3. Los orígenes, Edgar Allan Poe, Lauro Zavala. Universidad Nacional Autónoma de México. 1995.
4. Rodríguez Romero Nana, Elementos para una teoría del minicuento, Tunja 2008.
5. Gabriel Arturo Castro, La selva del escritor, Magazín dominical, 17 de julio 1994.

jueves, 1 de octubre de 2009

Expiación

Danzo con mi sombra en la habitacion. Ella cobijada por almohadones de plumas mira incesante la danza de mis ojos agitados por la respiración de los fulgores y las locuras del amor, la puerta entre abierta del cuarto, desvela al vecino que solo oye los gritos de su obsesivo deseo de continuar cada sábado, escuchar los relatos que gime el enfrentamiento de dos cuerpos. Maldito pecado es el amor. Ahora, cubierto de sangre tendré que ir una vez mas a tocar la puerta de a lado para que él me ayude a limpiar el ardiente altar y sacar de la cama el frio y delicado cuerpo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Clariviesencia

Bajo los susuros del cesped
en donde el Ocobo rie y las bocas
se entrecruzan, se evaporan,
el silencio de tu mirada
penetra los ejercitos de mi ser

y mientras el reloj duerme
tu abrazas al fuego galopante y maternal
que exhala el temblor que sacue las formas
de un mismo molde

miércoles, 1 de julio de 2009

ANDRÉS CAICEDO, UN HABITANTE DE LA CIUDAD DE CALI O UN VISITANTE EN EL PALACIO CENTRAL DE FEDORA


“Santiago es una ciudad muy grande para siquiera intentar conocerla. Todos los días – todas las noches- muere alguien. Da lo mismo, la morgue siempre está repleta”

Fuguet, Alberto/ Tinta Roja


1973, en la ciudad de Cali el 4 de marzo se ha extinguido, la esencia de un hombre para siempre dormido plácidamente sobre su maquina de escribir. Una vida de 25 años que sintió y escribió a una ciudad salsera, negra, burguesa, enmarcada en el desarrollo de los juegos panamericanos y de la naciente y aceleradamente creciente ola del narcotráfico.

Un personaje que tras 36 años, se ha convertido en un hito literario en los cauces de la narrativa colombiana. Una trasformación que ha surgido del manejo temático y el estilo enmarcado dentro de la novela urbana que este autor ha introducido en sus obras. Y si embargo, un escritor que ha sido rebajado por un sector de la crítica literaria del país, al reconocimiento de su obra no por la elaboración en las estructuras formales y de contenido dentro de toda la creación literaria, sino mas bien, por la vida anormal y extravagante del autor y demiurgo de cuentos y novelas inspiradas en jóvenes y solo para ser leídas por jóvenes.

Andrés Caicedo Estela, caleño de profesión y escritor por recomendación médica, llega a los jóvenes de hoy en medio de veneraciones y fuertes críticas, entre dudas y gustos, entre señalamientos y reconocimientos. Y aunque muchos de los jóvenes que hoy leen a Caicedo y se encuentran en él, no saben nada de esto al respecto, es necesario, encontrar el por qué, parte de los jóvenes del todo el país y en especial los residentes en la ciudad de Cali, reconocen en los cuentos de Andrés Caicedo a un autor comprometido con la juventud, la denuncia social, y mas que a un escritor a otro joven compañero, que simplemente les cuenta de una forma única a otros compañeros de edad, lo que pasaba ya hace treinta años en su ciudad natal.

Para aproximarnos a una posible respuesta de si la obra de Caicedo es una especie de hito en Colombia por su grado de elaboración literaria como afirma una parte de la crítica literaria en Colombia o si por el contrario la aceptación de esta se debe a la vida llena de extremos del autor caleño, es preciso entablar una conversación con la obra y específicamente aquí con sus cuentos. Desde un análisis adecuado, empezando con los elementos que corresponden al plano de lo formal, para terminar a los pertinentes en el campo del contenido dentro de la perspectiva teórica que concierne a la novela urbana. Sin embargo no es la intención de este trabajo abordar cada uno de los cuentos del autor caleño, sino aquellos que tras una selección previa, se considera que reúnen gran parte de los elementos presentes en la narrativa de Caicedo; Berenice y Antígona[1].

En el primero de ellos, se encuentra la historia de tres jóvenes que cursan el grado once de bachiderato, y que en su pasajero existir, viven una experiencia sexual y monomaniaca con una prostituta de moderada fama, un ser que para ellos tres, es el motor de la felicidad de su diario vivir, una persona que les exprime los cuerpos en cada exhalación y los inunda de su olor y sabor a tal punto que no hay otra forma de desprenderse de ello, sino por medio de manías y acciones desenfrenadas con la pareja o compañera en otros lugares y tiempos. Pero que al final, al no poder contener esta pasión desenfrenada y al ver cómo la muerte fría y sin mas que la razón para actuar, se lleva todo lo que se quiere y se odia, no queda mas remedio que extraer pequeños recuerdos del cuerpo del ser amado que muere, para mantener vivo y fuerte esos deseos y anhelos. En el segundo, denominado Antígona, se muestra a una Cali, que habitada por seres completamente nocturnos, se esconde tras el gas nocivo y molesto emanado del desarrollo y avance de la modernidad, en la cálida e iluminada noche salsera, rumbera y cinéfila. Una ciudad que devela en su despertar hacia el alba toda una confabulación para llevar a la saciedad, el hambre y la sed de aquellos que necesitan de los otros para literalmente vivir.

Una narración citadina

En Berenice, Caicedo, nos muestra una historia desde tres elementos narrativos manejados en el oficio de la escritura. El primero de ellos es, el tratamiento de distintos narradores, “Y te ibas a ir después de que Guillermo había vendido todos los objetos (…). Eso sí, ella jamás dejo de cobrarnos, bueno a ninguno de nosotros se le ocurrió jamás insinuarle la idea (…). Ella les dijo que estaba enferma, una vez que leían Berenice (…).”[2] que conjugan la voz de los tres jóvenes de forma única, en la cual uno de ellos empieza el relato, otro mas adelante le prosigue y luego el último narra todo, un diálogo en donde se intercambia durante toda la historia la palabra y el punto de vista de los tres personajes, e igualmente en el tejido de la narración aparece la voz de un cuarto personaje, en este caso un narrador extradiegetico, que lo ve todo desde afuera.

Este manejo de narradores que configura la obra de Caicedo, hace de su escritura un proceso ágil y casi que un diálogo escrito, una conversación que al leerse, es oída por el lector, llevándolo por caminos de la cotidianidad y de la espontaneidad del habla común, un estilo que enmarca la escritura de Andrés Caicedo en la novela urbana latinoamericana. Estilo que se vería reflejado con más fuerza en el uso de elementos citadinos a lo largo de su obra. Sean estos pertenecientes al espacio urbano en el cual se desarrollen sus personajes, o transpuestos de otros lugares o ciudades para elaborar toda una visión crítica del terreno que se habita. Como en el caso de Antígona cuando uno de los personajes de la historia narra lo siguiente “entre el gas que parece niebla y los palos de magos y la avenida morada (…). Pasamos por Sears, enorme edificio de ladrillo rojo, totalmente rodeado de gas amarillo maloliente.”[3] Aquí este personaje da una visión de Cali como un ente urbano poseído por gas maloliente y rellenada de luces violetas. Presentando al gas que de noche emerge y contamina toda la ciudad, así como a las luces que reemplazan al sol en la noche en las avenidas, como elementos comunes a la ciudad de Cali, comparándola y equiparándola con la situación cotidiana de las grandes ciudades industriales norteamericanas. Sin embargo, no es solo una equiparación para mostrar el avance del terruño urbano, sino que también es una crítica fuerte al proceso de industrialización y desarrollo que emerge de las ciudades a costa de la salud de la población y la libre utilización de los espacios públicos. Y es que en la obra Antígona de Andrés Caicedo, este gas, va a transformarse en un símbolo que va a configurar y perdurar el proceso de desarrollo de toda la obra. En cuanto a que “Lo que hace diferente una ciudad de otra no es tanto su forma arquitectónica, son los símbolos que sobre ella construyen sus moradores”[4] símbolo que representaría en la obra Caicediana el precio que hay que pagar por de ser una ciudad en desarrollo industrial.

Cali: Un hábitat de recuerdos

Por otro lado, al iniciar la lectura del cuento Antígona, se hace toda una visualización de la época pasada, presente y futura de Cali a través de un solo objeto y un solo recuerdo que este evoca en uno de los personajes iníciales de la historia. “(…) como han dañado los conos en el Deiri; recuerdo con mi papá me trajo el día de su inauguración, al lado del Monaco donde esta ahora el Banco de Colombia (…) recuerdo que los conos eran muy blancos y espesos y como a cuarenta centavos (…). Ahora son menos blancos con menos sabor y a un peso con cuarenta centavos.”[5] Aquí un lugar como una heladería y en ella un objeto como un cono, ubica al personaje en la línea de tiempo por la cual ha pasado la ciudad, su proceso de involución o evolución y lo que podría ser un posible futuro, como si las capas de crema fueran en sí, los pliegues históricos de la ciudad. Un instante que para el personaje ya no existe, un pequeño lapso que se da para revivir lo que se perdió, pero que quiere recuperarse, así sea tan solo una vez mas probar de nuevo la crema de cono cuando se era niño para volver a serlo, para no sentir tal vez lo que siente ahora por su ciudad y por él mismo, pensando siempre que tiempos pasados siempre fueron los mejores, tal como recordar la niñez una mañana al probar una Madeleine. Un recuerdo que permite ver cómo la ciudad misma a través de uno de sus elementos más mínimos, se convierte en una fuente de sensaciones como nos lo diría de nuevo Kronfly “La ciudad es también, y de qué modo, el tejido de sensaciones. Las ciudades son pues, sus olores, perfumes, fetideces, sus degustaciones. El transeúnte va por la calle, en su deriva, “agarrado” a lo que de la ciudad ve, escucha, toca y gusta.”[6] Sensaciones que le permitirían al peatón vagar como una hoja en el bosque dejándose llevar los vientos del avance que bajan por las colinas cuadradas erguidas como los rosales en flor. Imágenes que le permiten al ciudadano crear una definición propia de su ciudad “(…) recuerdo cuando subí a las Tres Cruces, con Antígona. Subimos a pie y ella se asustó con el sonido ese que se oye desde arriba: ese ronroneo de la ciudad, como un gato (…)”[7] Un concepto personal que viene a formar parte de todo un tejido polisémico social en donde se unen y confunden las visiones de los seres que viven y van de paso por la ciudad.

También en Antígona está presente el concepto de hábitat urbano, un territorio en el cual “(…) habitamos con los nuestros, donde el recuerdo del antepasado y la evocación del futuro permiten referenciarlo como lugar con límites geográficos y simbólicos”[8] un lugar que permite ver el avance de las épocas de forma minuciosa para así poder llegar a predecir un futuro no muy alejado de la suposición. Un lugar que es una evocación constante del deseo de recuperar aquello que se ha perdido y que sin embargo sabiendo de antemano como la ciudad como ente que le sirve al hombre para su convivir, puede llegar a devolvernos esos espacios que se han ido, pero que aun así, mientras llega el momento de ver de nuevo lo pasado, el habitante de la ciudad recurre a su memoria por medio del mecanismo de la evocación que “no es, pues, sólo recordar a modo de pasatiempo o simple ejercicio de la memoria nostálgica. Es ante todo, darle fundamento al sujeto, volver sobre los instantes fundadores, recabar alrededor de los acontecimientos y lugares que por algún motivo para nuestra vida se tornaron fundamentales”[9] que alivia momentáneamente el dolor de huérfano de la ciudad en la que nació y vivió la niñez y en la que hoy como adulto ya no permanece en pie, “… - ah, ya entiendo – dijo Lorenzo. Se estaba relamiendo: le había gustado el cono. A mi ya no me gustan, pero sigo comprando para recordar, sólo por eso…”[10] Una especie de evasión en la que cada ciudadano acude para revivir la identidad que se perdió en el demoledor avance de la modernidad, una identidad que ya no la encuentra en el entorno. La pérdida de identidad, conlleva al nómada urbano a buscar por medio del sueño utópico de desear una ciudad que todavía no es, así, ya hubiese sido, a intentar reconstruir esa ciudad en sus sueños y anhelos, que para la obra de Caicedo, podría ser el deseo de construir su propia Cali a través de sus personajes desde sus novelas, cuentos y ensayos.

Los límites de mi ciudad son los límites de mi mundo

Otro aspecto característico de la novela urbana encontrado en la obra de Caicedo, es el limite “como una zona que define donde termina o se inicia el territorio. El límite desborda lo físico para convertirse en un indicativo cultural, el inicio (o el final) de un espacio donde los hombres se reconocen como habitantes del territorio”[11] en donde, en el caso de los cuentos Antígona y Berenice y en otros de Andrés Caicedo, se hace un extenso recorrido por los lugares mas conocidos por el autor en la ciudad de Cali. Por ejemplo en Antígona, la historia se desarrolla en el sur de Cali, en donde se menciona lugares como, la heladería “El deiri”, el almacén “El Monaco” , el Banco de Colombia, el Teatro Calima, el bar “Oasis”, la avenida las Américas, la avenida Colombia, el museo de historia natural, el liceo Belancazar, la plaza de tropas, los barrios San Fernando y Santa Rita barrios, las tres cruces, el club de “Los Lobos”, el “Chipichape”, el bar “Menga”, la avenida sexta, y el barrio “La Campiña”, en tanto que en Berenice se nos muestra una historia que se desarrolla en el colegio cualquiera, donde estudian los personajes y un prostíbulo llamado “La Nueva Eva” y una casa de una anciana llamada “La vieja Carmen”, y por último una casa de dos pisos donde en el primero funciona un billar y en el segundo un kínder, primaria y bachiderato aprobados. Al abordar estas dos historias encontramos que en los cuentos de Andrés Caicedo, el límite en primera instancia esta configurado por la visión que le ha dejado la experiencia al autor de determinados lugares de su ciudad. Una visión que va a ser el motor de convivencia y afinidad entre las relaciones de todos los personajes dentro de la obra Caicediana. Además se debe hacer énfasis, en que si bien los personajes de las cuentos de Caicedo, se desarrollan dentro de un limite físico, como lo es el sur de la ciudad y su centro, e igualmente un limite cultural, en donde cada lugar, edificio o parque de ese espacio físico representa su lugar en el mundo y punto de partida para explorar la ciudad y con ello portar una marca que defina una identidad para distinguirse de los demás. Es preciso decir que a medida que la narrativa de Andrés Caicedo se desarrolla y este recorre la ciudad de Cali, simultáneamente cambian los espacios donde habitan los personajes, por ejemplo es claro el cambio de espacios y la relevancia de mencionar su nombre o tan solo describir su función y características para que el lector con ello pueda determinar donde en el espacio urbano se sitúa cada uno de ellos, entre los cuentos Antígona y Berenice.

Ahora bien, al ser configurado un límite en la ciudad, es decir al establecer un orden de lo urbano, que implica determinar la ciudad como escenario que en constante metamorfosis y expansión está en un espacio especifico y definido por sus habitantes, se encuentra otro elemento característico de la novela urbana, el cual es ver como su comportan y explorar los habitantes de este espacio denominado ciudad su propio habitad, un comportamiento que como nos lo dice kronfly es catalogado como nomadismo urbano, un ser que “sale de paseo por las calles, plazas y avenidas, un poco a la deriva o con destino preciso aunque siempre de regreso a su original punto de partida”[12], un ser que producto de las reglas de la ciudad, camina en medio de la multitud en soledad, un individuo que se ha apartado de todos las conexiones con sus igualmente compañeros habitantes de la cuidad, como se nos presenta en Antígona cuando “… me cojo de la puerta como se cogió Lorenzo: abro la puerta y me pierdo. El gas es como de color naranja, pero a mi tampoco me importa eso (…) bajo por esta ciudad a las once y media, cuando los cines ya están saliendo,(…) cuando ya había bajado ya como media cuadra, simule que caminaba con ellos como dos cuadras mas hasta llegar a una fuente y allí sentarnos disque a conversar (…) camine toda “La flora” atravesé la sexta y pase por el nuevo comedero que ha puesto el dueño de “Oasis” en la “La campiña”. A eso de las doce y media o una llegué a mi casa…”[13], un individuo que como el hombre anterior a la urbe caminaba grandes distancias para encontrar alimento y un lugar en donde vivir temporalmente, recorre la ciudad sin detenerse alejado de todos y de todo así sea que este en completa compañía al mismo tiempo, buscando en todos los rincones de la ciudad un espacio que usara temporalmente para poder satisfacer todo tipo de necesidades, sin embargo retornara en algún momento a su punto de partida, aunque sea simplemente para volver a partir hacia otro destino que le depare la ciudad-bosque y vagar no perdido de la ruta de un espacio que conoce a la perfección, sino mas bien extraviado del sentido, alejado y enredado en las ramas de la evocación y la necesidad de sentir lo que le produce el sendero de arboles metálicos de copa iluminada que alumbran el rio de cemento y hace salpicar a los peces de cuatro ruedas a las seis de la mañana.

Y es que este andar nómada del citadino o “vagabundeo-hoja” como lo denominaría Pessoa en su obra “libro del desasosiego”, descrita por Kronfly en su ensayo, “La tierra que atardece”, hace del habitante de la ciudad un ser desarraigado de aquellos lugares comunes, como las calles o los parques en donde todos se reúnen cada vez que el trabajo lo permita, ya que “(...) las calles son todo menos un lugar de encuentro, salvo pequeños y marginales nichos que aun resisten pero que están a las puertas de ser demolidos por la ola (…)”[14] pues ya para el ciudadano las calles son un puente entre un lugar de partida y uno de llegada, debido a que ante la perdida de todo lo que fue y ahora no es, de todo lo que es antiguo, secreto y personal es arrasado por la ola del progreso sin posibilidad alguna de pararle, el citadino huye y si resguarda cuando no es sus recuerdos, sí , en aquellos lugares que están lejos de ser transformados por el progreso y aun conservan un significado intimo para el ser procedente de la ciudad, “(…) un cuarto para las nueve. Desde aquí, encima de los palos de mango, se ve el Cerro de las Tres Cruces, blancas, gigantescas, iluminadas a medias y rodeadas de una nube de gas (…)”[15], un lugar que como el panóptico de Foucault le permite un espacio de intimidad y grado de observación total de la ciudad que le oprime y satisface sus deseos, en el cual el ser citadino es ahora el que observa desde todos los lugares y no es visto. Este espacio por pequeño que sea o corto tiempo lo que pueda permanecer en el, le brinda momentos de reflexión sobre los significados que evoca para el individuo urbano los símbolos, lugares, aspectos, olores, gustos, vistas, ruidos que le confiere la cuidad a cada instante. Un encuentro consigo mismo en donde puede tratar de definir la ciudad.

El crimen no espera en una ciudad que todo lo provee

Un ultimo aspecto enmarcado dentro de la novela urbana y que se encuentra en la obra del escritor caleño Andrés Caicedo y marcado de manera fuerte es la visión de la ciudad como un espacio cultural del crimen. Este elemento, presente en la obra Caicediana, se desarrolla debido a que aquel ciudadano nacido y muerto en el fenómeno Colombiano del narcotráfico debe convertirse en un criminal sea para ocultar el crimen mismo, participar en el o evadirlo, sea como fuere si no esta presente la criminalidad en el individuo que habita la ciudad, no podrá sobrevivir de manera serena e inteligente en el espacio urbano al cual esta atado. Además de que la ciudad ahora se ha convertido bajo la estela del crimen en una fortaleza en donde atacar a alguien en pro de desarrollar una justicia personal o buscar intereses individuales esta a la orden del día, en Berenice uno de los personajes principales de la historia relata “(…) había sido ese empleado del banco que venia en motocicleta, y ellos lo comenzaron a matar inmediatamente; el hombre se bajo esa noche y grito el nombre de ella, averiguando por su presencia. De todos modos los que jugaban billar al frente se prestaron a golpearlo con los tacos y las bolas de marfil (…)” una conducta propia de “el justicialismo urbano por propia mano, la ley del silencio que gobierna la barriada, el principio de la “invisibilidad” de todo y el predominio de los códigos del ghetto”[16], hechos que unidos a la inexistencia del estado o la complicidad de este y los ataques repentinos de castigo “(…) la policía llegó y clausuro el colegio del segundo piso. Realmente –y en eso estuvieron todos de acuerdo- era un peligro dejar funcionar libremente un colegio de kínder, primaria y bachiderato aprobado, encima de un salo de billares. Veíamos a los niños y las niñas de kínder humedecer sus tizas en la sangre del tipo para hacer las operaciones de aritmética a varios colores, en los tableros, pero la sangre se secaba antes de tiempo y los resultados no llegaban a entenderse (…)”[17], actos que demuestran la naturaleza vengativa, instintiva, y amedrentadora del hombre que bajo la escena del grupo hace y dispone según su voluntad contra todo aquel que considere enemigo e igualmente se una actitud cínica, encubridora, débil, agazapada y descarada del dominio del estado, un ente que se atribuye el mantenimiento del orden en cuanto que los dueños de la ciudad lo ordenen, que ante imágenes grotescas que para el mundo joven Caicediano son pan de cada día como resultado del desprendimiento de la vida debido al monótono existir junto a la muerte todas las noches en la cama o dos o tres pasos de la puerta de los vecinos, que dejan en despropósito su labor ante la comunidad, entran a aplicar cierto velo de justicia y ordenamiento de aquello que nisiquiera debió haber existido.

Para finalizar, en el universo de Andrés Caicedo encontramos la visión de una ciudad que todo lo provee, que todo lo permite “me cayo en gracia que al frente hubiera una casa en la que funcionara una sala de billares el piso bajo, y en el segundo, un colegio de kínder, primaria y bachiderato aprobado”[18] haciendo de esta Cali, la ciudad llena de contradicciones que Caicedo amaría y odiaría, un lugar que haría qué “su narrativa partiera, se inscribiera y dependiera de la ciudad de Cali”[19] y que en la obra se presenta de forma critica y risible, un mundo que gira en torno a la visión de los jóvenes desde las sombras y la noche “ (…) esa noche, al despedirnos de ella, nos pegamos la borrachera mas enorme de nuestra vida(…) amanecer sobre las calles, sobre los parques, recogidos por los barrenderos de las cuatro de la mañana”[20] “(…) ese olorcito a gas que sube como a las ocho de la noche y que viene de las fabricas gringas en Yumbo (…). Bajo por esta ciudad a las once y media cuando los cines están saliendo.”[21] como el filtro que deja ver a la verdadera sociedad caleña que se esconde pacatamente tras la luz del día, un espacio que destila para los jóvenes sus actitudes y las despojan de las ataduras de los padres, de la sociedad, que rige en el día, ya que son los jóvenes quienes crean y destruyen este espacio, tal como nos lo diría Borda al afirmar que “Las calles caleñas, que hierven de gente y se vuelven casi irreales a fuerza de luz, son vistas desde penumbras auto impuestas, detrás de rejas equívocas. Y la visión urbana se hace mucho más ambigua cuando la luna crece y acompaña a los jóvenes solitarios (…)”[22] en una ciudad que se teje en múltiples afirmaciones y negaciones, todas unidas en un espacio en el cual ninguna es verdadera y todas a la vez lo son, un lugar que en el caso de Andrés Caicedo es la visión ambivalente y superpuesta por ruidos, imágenes sin ningún orden o clasificación, como si se tratara de un videoclip hecho un día al salir por la ciudad como si se visitara al palacio central de Fedora donde todo miran la ciudad que pudo ser y la que quieren que sea, como nómada buscando algún lugar para, detenerse, mirar y seguir caminando.

“-con que estos son los limites de la creación humana, los de mi ciudad y mi mundo; los del progreso y la comodidad.

- si, todo lo que veas de aquí en adelante no es propiedad del hombre, y al parecer nosotros le pertenecemos a todo lo que habita de ese lado.

-entonces, quieres decirme que si paso al otro lado, seré un esclavo o extranjero.

- no, solo te digo que si pasas al otro lado de este rio inmóvil del cual emergen y salpican peces de cuatro ruedas recubiertos de estrellas artificiales, y llegas allá, donde comienza la montaña, abrirás las puertas del tiempo y volverás a ser el primer hombre sobre la tierra. Tal vez así puedas encontrar tu respuesta. ”

La respuesta a Fedora / Jonathan


[1] Es debido aclarar que si bien, desde la publicación de la obra de Caicedo, se han elaborado un determinado numero de recopilaciones editadas para sus cuentos por distintos grupos editoriales y universidades del país. Los cuentos de Antígona y Berenice seleccionados para este trabajo se encuentran por separado. El primero de ellos se halla dentro de la edición de Santa Fe de Bogotá del grupo Norma del año 2002, llamada “Noche sin Fortuna; acompañado del relato de Antígona” y el segundo se encuentra en una edición de Santa fe de Bogotá del grupo Norma del año 1998 titulada “Calicalabozo”.

[2] CAICEDO, Andrés / Calicalabozo/ pp. 181/ Edit. Norma 1998

[3] CAICEDO Andrés / Noche sin fortuna acompañado del relato de Antígona/pp. 257/ Edit. Norma 2002

[4] CARLOS L. Torres g/ Una aproximación al carácter de la novela urbana/http://www.ucm.es/info/especulo/numero9/n_urbana.htm/11:30am día 26/ 05 / 09

[5] CAICEDO Andrés / Noche sin fortuna acompañado del relato de Antígona/pp. 246/ Edit. Norma 2002

[6] KRONFLY, Fernando C / la tierra que atardece/ pp. 184 /Edit. Planeta-Ariel, Santa fe de Bogotá, 1.999

[7] CAICEDO Andrés / Noche sin fortuna acompañado del relato de Antígona / pp. 250/ Edit. Norma 2002

[8] KRONFLY. Op. Cit. p. 184

[9] KRONFLY Fernando c/ la tierra que atardece/ pp. 169 / Edit. Planeta-Ariel, santa fe de Bogotá, 1.999

[10] CAICEDO Andrés / Noche sin fortuna acompañado del relato de Antígona/pp. 249/ Edit. Norma 2002

[11] TORRES Carlos L / Una aproximación al carácter de la novela urbana/http://www.ucm.es/info/especulo/numero9/n_urbana.htm/11:30am día 26/ 05 /09

[12] KRONFLY Fernando c./ La tierra que atardece/ pp. 174 /Edit. Planeta-Ariel, santa fe de Bogotá, 1.999

[13] CAICEDO Andrés / Noche sin fortuna acompañado del relato de Antígona / pp. 280/ Edit. Norma 2002

[14] KRONFLY, Fernando C. / La tierra que atardece / pp. 192 / Edit. Planeta-.Ariel, Santa Fe de Bogotá, 1999

[15] CAICEDO Andrés / Noche sin fortuna acompañado del relato de Antígona/pp. 250/ Edit. Norma 2002

[16] KRONFLY Fernando c/ La tierra que atardece/ pp. 202 / Edit. Planeta-Ariel, santa fe de Bogotá, 1.999

[17] CAICEDO Andrés/ Calicalabozo-Berenice /pp. 190/ Edit. Norma 1998

[18] CAICEDO Andrés/ Calicalabozo -Berenice / pp. 184/ Edit. norma 1998

[19] BORDA, Gustavo / http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/caicedo/index.htm/ 25/05/09

[20] CAICEDO, Andrés / Calicalabozo – Berenice / pp. Edit. Norma 1998

[21] CAICEDO Andrés/ Noche sin fortuna acompañado del relato de Antígona/ pp. 247 / Edit. norma 2002

[22] BORDA, Gustavo / http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/caicedo/index.htm/ 25/05/09

martes, 30 de junio de 2009

martes, 23 de junio de 2009

DEVELANDO AL "CONQUISTADOR"


“Cosa de

la vejez es volver la mirada y repasar cuentas, su afán de buscar consuelo en las remembranzas del pasado, en la cultura histórica”

Friederich Nietzsche

Novela histórica e historia dos entes que en la línea gruesa del tiempo han crecido bajo el alimento de la duda que genera los vacios creados en cada época a causa de la guerra y la disputa por el poder entre grandes imperios y pequeños pueblos, entre reyes y campesinos, entre el ocultamiento de la vergüenza generada por actos de venganza y corrupción de los gobiernos y la imagen de perfección que debe hacerse y dejarse como ejemplo para las generaciones futuras.

Estas acciones que como un ciclo interminable estarán con el hombre en su devenir histórico, son abordadas por Federico Andahazi en su obra El Conquistador; una novela que cuenta una visión diferente de cómo pudo ser el curso de la historia de los habitantes de Tenochtitlán desde la perspectiva individual de uno de sus habitantes mas críticos e innovadores. Un habitante que como nos dice los libros de historia, pertenece a una

ciudad flotante en medio de un gran lago, que tras su fundación al término de una extensa migración de Aztlan, el lugar de donde provienen los mexicas y del cual nadie sabe su ubicación, configuro a raíz de su deseo de emanciparse y dejar de ser un pueblo dominado a ser el dominante, una religión basada en dioses asignados para la vida, la muerte, la guerra y los elementos, adorados bajo su lengua náhuatl, una política en pro de ganar batallas y una economía de la cual el pescar, cazar y el recoger siempre las cosechas en el diario trabajar con su braguero, sayas de fibras tejidas y de cuero y sandalias de los mismos materiales, sus orejeras y pintura facial; como adornos, plumajes, insignias, banderas y moños de papel, es la base, para dirigirse luego de ello a sus yopis, atendiendo siempre la ordenanza como calpulli de sus caudillos que a su vez seguían bajo la guía de los sacerdotes y pipiltin y estos a su vez bajo las del emperador. Todo en pro de expandir el imperio y velar por el bienestar de toda la comunidad.

A través de este individuo en esta novela figura la visión aquellos hechos que debieron haber sido, algunos que ya lo fueron y la omisión de otros que igualmente pasaron. En El Conquistador, prevalece a lo largo de toda la historia la verosimilitud como motor que envuelve las acciones del personaje principal, esto debido a que es precisamente aquellos elementos que pertenecen a la historia encontrada en libros lo que se confunde con la narrativa propia de la novela y pasan al plano de lo ficcional o precisamente como ficción se hacen parte de lo real en la medida en que “(…) a diferencia de las historias históricas que son hechos reales , hechos que sucedieron realmente, en vez de hechos imaginarios, hechos inventados por el narrador (…) sucesos que son mas bien un simulacro de la estructura y acontecimientos reales y a medida que esta representación se parezca a los acontecimientos que representa, puede considerarse una narración verdadera”[1], en el caso de la novela el personaje central Quetza, que “por la noche, estando el cielo estrellado, hemos visto caer una lluvia de fuego sobre el mar. Fue algo maravilloso, aunque mis hombres sentían miedo de ser alcanzados por las gotas de fuego (…) de pronto todo ceso, el mar, el cielo y las estrellas, todo fue quietud, maravilloso.”[2] al igual que en la bitácora de Cristóbal Colon, un hecho de gran similitud en tanto de su contemplación y admiración, tanto del navegante Genovés como del Azteca. Estos eventos son lo que configuran y hacen que el lector confunda la realidad descrita por el historiador y la versión del escritor que imprime a través de una narrativa que simula la realidad.

De esta manera, la obra de Andahazi El Conquistador basada en textos de carácter real e histórico, intenta “reconstruir y organizar la realidad a partir de componentes pre textuales (acontecimientos reflejados en documentos y otras fuentes históricas) a través de un discurso dotado de sentido e inteligible”[3] como crónicas, bitácoras, relatos orales y códices florentinos y mexicanos, tejiendo toda una amalgama de hechos reelaborados filtrados como reales a través de la representación narrativa, haciendo incluso que la misma historia dentro de la novela se torne más atractiva y en consecuencia por gusto mas creíble que la historia misma escrita en los libros fechados.

El Conquistador como obra inscrita dentro de la nueva novela histórica, desarrolla su trama desde la visión de un personaje principal, ya que lo que le interesa a la novela es mostrar una crítica social apoyada en los vacios e incertidumbres de la historia misma, todo en tanto que si la historia quiere dar razón de lo que observa, la novela no le interesa explicar lo que describe y dice, sin embargo “por amplias que sus diferencias, literatura e historia coinciden en un punto: ambas son intentos por comprender la condición del hombre, al través de sus posibilidades de vida”[4] que develan las facetas mas intimas del hombre “mi querida Ixaya, es el fin, ya no queda nada (…) mientras estoy echado boca arriba esperando la muerte. Debí permitir que me entregaran en sacrificio”[5] las cuales son la conclusión de una experiencia de vida que le transforma visceralmente y le brinda la posibilidad de morir ante el desafió o seguir con firmeza ya no siendo el mismo de antes después de la superación del obstáculo.

Esta visión personal de la cual se vale la nueva novela histórica, permite que ese hombre el cual es histórico, a través del descubrimiento de su intimidad de se vuelva real y acceda al lector de forma univoca y aunque “la intención del autor de novelas históricas puede ser un tanto introspectiva e intimista como testimonial y realista”[6] es precisamente esa introspección la que hace posible la mezcla amorfa entre historia y ficción;

La afirmación del joven sabio estaba fundamentaba en los libros de historia que leía en Calmenac (…) Hace muchos años cuando los mexicas acompañados de Tenoch fundaron su poblado en aquel islote que parecía inhabitable (…) los mexicas habiendo tomado las enseñanzas evolucionadas de los pueblos de la región, decidieron rebelarse con un gran ejercito contra sus opresores, así se transformaron en los señores del valle. El nombre de quien comando esta hazaña se haría inmortal; Taclaélel, un individuo que designaría luego el orden de las deidades[7]

Mezcla que construye todo un texto único en el cual se funde el texto perteneciente al descrito por el historiador y el reelaborado por el autor de novelas, en donde para este caso se confunde la versión de la historia de la fundación del pueblo mexica con la causa, consecuencia y progreso que hubo tras la fundación de Tenochtitlán relatada por Quetza en El Conquistador. De ahí que basándose en la experiencia significativa de releer la historia de un pueblo por un solo individuo perteneciente a una cultura, en este caso la Azteca, Andahazi proponga una posibilidad de reescribir la historia mexica desde la representación narrativa bajo los elementos de la nueva novela histórica, “el problema no era la insuficiencia de hombres para las ofrendas sino todo lo contrario (…) La próxima guerra no será entre hombres sino entre dioses (…) será preciso dar un paso mas allá del lago y las montañas. El futuro esta al otro lado del mar. Sino emprendemos su conquista el futuro vendrá por nosotros y nos convertirá en pasado”[8]. Esta posibilidad de plantear abiertamente la reelaboración del futuro a través del pasado de forma intimista como lo plantea la obra, hace que en el proceso de formación de la novela adquiera un carácter mexica único, en tanto que a través de la concienciación de una cultura se auto inscribe como otro texto que surge de los proceso culturales de la misma, en este caso la Azteca. Y es precisamente esta simulación en la representación narrativa de la historia lo que hace que el texto parezca un escrito hecho por la cultura mexica, atendiendo siempre a los procesos mismos que posee la cultura como “un mecanismo vivo de expresión de la conciencia colectiva, (…) en donde el pasado genera su futuro que estando viva no pude repetir el pasado sino indefectiblemente producir textos nuevos y nuevas lecturas de los textos del pasado, incluso de aquellos que se creían fijados para siempre” (AINSA. Op. cit., p. 64) en donde el texto se asume en su proceso narrativo como posible versión histórica de aquello que relata continuando el mecanismo evolutivo que los procesos culturales deviene en cada cultura.

Toda la aventura épica que desarrolla el personaje central de EL Conquistador esta atravesada por el ferviente deseo de encontrar el lugar de origen de todo el pueblo mexica, “el pequeño ejercito mexica continuaba su epopeya hacia el levante con la certeza de que el lugar de origen estaba mas próximo (…)”[9] y de la indescifrable sensación que se percibe en él al encontrar este lugar invisible en todos los mapas conocidos, a lo que continua; “el corazón de Quetza latió con una fuerza inusitada cuando, por fin vio las costas de aquellas tierras que muchos creían míticas (…) allí en frente de los ojos mexicas, estaba en lugar del inicio, la tierra de garzas; el punto de donde había partido el sacerdote Tenoch: la fabulosa patria de Aztlan”[10]

Un deseo que impulsado por “la relectura de la historia que responde a la necesidad de recuperar un origen, justificar una identidad, ir a la semilla de la nacionalidad, al nacimiento de la convivencia (…) ya que la intención es explicarse y explicar a su pueblo: conciliarme con los demonios personales y ayudar a erradicar los colectivos”[11] le permite tanto al personaje principal como a la obra en sí completar aquel espacio vacio con el cual cargaron todos los miembros de la cultura Azteca, una especie de catarsis y regocijo, fundamentado en una versión que aunque inscrita en lo ficcional le da una visión anestésica al individuo mexica y una verdad a aquel lector ajeno a la cultura Azteca que también siente un grado de compromiso con este dolor de huérfano de patria al leer y acercarse a la obra.

Otro de los elementos perteneciente a la nueva novela histórica encontrado en la obra El Conquistador del cual el escritor argentino Federico Andahazi se vale es “la doble tarea de descubrir los pocos datos relevantes y convertirlos en hechos históricos y descartar los muchos datos carentes de importancia por ahistóricos”[12]en la medida en que en la nueva novela histórica se centra en el desarrollo de un problema actual para la época en la cual se vaya a iniciar la historia dentro de la novela misma, en El Conquistador hay un gran problema de índole social en donde la exageración de aspectos concernientes a la religión son el motor del problema para los planes develados por Quetza, “ Huitzilopochtli necesitara muchos guerreros vivos antes que muertos, se acercan los días de las grandes batallas. (…) se derramara tanta sangre como a los dioses nunca fue ofrendada antes”[13] en la medida en que para Quetza en la población mexica era innecesario la ejecución consecutiva, imprudente y sin sentido en algunos casos, de sacrificios de guerreros de alta categoría al dios de la guerra, exponiendo la defensa de Tenochtitlán ante un ataque enemigo. Razón que era defendida por mayoría de los sacerdotes quienes honraban la tradición y el culto prominente por Huitzilopochtli. Toda esta lucha vendría a configurar la visión liberal y tradicional que por decirlo así, que ambos bandos tenían en los puestos políticos, religiosos confrontándose continuamente en pro de conseguir los favores del emperador en la Tenochtitlán de la época dorada.

Para finalizar, la obra El Conquistador de Federico Andahazi como nos diría Juan José Saer, es “un simple proyecto, debido a que no se puede reconstruir ningún pasado sino que reconstruye una visión del pasado, centrándose en cierta imagen del pasado que es propia del observador y que no corresponda ningún hecho histórico preciso”[14] que siempre seguirá la variante de un modelo previo de textos que le sustentan como fuente histórica, los cuales son precisamente aquellos que entraran en el proceso de reelaboración por medio del grado de representación que tenga la novela de la realidad, para crear aquella información que a través del tiempo fue omitida o la cual escrita en estos textos para este caso fue reelaborada, a partir de conjeturas, dudas y vacios que por muy validos para el historiador, para el escritor a través del novelar pueden ser cambiados de forma que la obra al estar inscrita en un marco histórico conocido permite en el entendimiento heurístico de la novela, debido a que para el lector que conoce la historia antes de leer la novela será enfrentarse a una versión de lo que ya sabe para confrontar según el grado de representación de la narración imprimir o no la duda o nuevas conclusiones sobre el conocimiento que se posee de esta cultura, mientras que para aquel que no conoce la historia de la cual la novela se basa para ser creada, es una introducción o se proclama así mismo como documento histórico y adquiere legitimidad en tanto que es el primer documento que este lector desconocedor de la versión de los libros de historiadores no posee. Es precisamente estos procesos de desvelamiento y transformación de la historia que se conoce y la que no, la cual permite a escritores de la talla de Federico Andahazi a través de elementos pertenecientes a la nueva novela histórica de Mentón Seymour y Ainsa Fernando entre otros, los cuales permiten que a través de novelas como El Conquistador, se reescriba un punto de la historia de un pueblo, país, región, o grupo étnico determinado, en la cual figure una versión del pasado que aunque no del todo ajena a la historiografía actual en algunos casos, permite crear una visión crítica de la historia que para este trabajo es la del pueblo Azteca en el periodo comprendido pocos años antes del descubrimiento de América. Siendo fiel siempre al principio básico de la nueva novela histórica el cual es “buscar entre las ruinas de una historia desmantelada por la retorica y la mentira al individuo autentico perdido detrás de los acontecimientos, descubrir y ensalzar al ser humano en su dimensión mas vital, aunque parezca inventado, aunque en definitiva lo sea”[15], pues debido al cuestionamiento de aquella fe que se deposito en las fuentes que consideradas como verdaderas cronistas del pasado se ha propuesto toda una revolución que permita reescribir la historia para disipar las dudas e inconformidades y anhelos ante al historia misma. La nueva novela histórica es una portal del tiempo que permite hacer realidad los deseos de un pueblo en un mundo que aunque ficcional pretender al mezclarse con los datos reales hacerse verdadero.



[1] WITHE, Hayden. Narrativa y discurso en la representación histórica. el contenido de la forma. Barcelona: Paidos 1992. pp. 42

[2] ANDAHAZI, Federico. El Conquistador. Bogotá: planeta 2007. pp. 131

[3] AINSA, Fernando. Reescribir el pasado. invención literaria y reconstrucción histórica. merida-venezuela: 2003. pp. 24

[4] VILLORO, Luis. El sentido de la historia, en vv.aa., historia ¿para que?, obra colectiva, mexico, siglo xix editores, 1980, pp. 48

[5] ANDAHAZI. Op. cit., p. 158

[6] AINSA. Op. cit., p. 56

[7] ANDAHAZI. Op. cit., p. 93

[8] ANDAHAZI. Op. cit., p. 93

[9] ANDAHAZI. Op. cit., p. 267

[10] IBID.

[11] AINSA. Op. cit., p. 84

[12] IBID. p. 88

[13] ANDAHAZI. Op. cit., p. 106

[14] AINSA. Op. cit., p. 108

[15] AINSA. Op. cit., p. 111